A finales de los 90 apareció Half Life, un juego totalmente sorprendente que enganchó a miles de personas a una aventura memorable, una experiencia que hacía realista la fantasía y hacía sentir al jugador como si se encontrase en el lugar de los hechos: El complejo Lambda. Su calidad era tal que muchos de los que lo probaron, entre los que me incluyo, siguen pensando que ha sido el mejor videojuego de la historia.